miércoles, 2 de abril de 2014

Lectura de hoy: Los pichiciegos de Fogwill



‘Nuestros hijos fueron enviados a un lucha que no eligieron, decidida por un gobierno que no eligieron, para la cual no estaban preparados. El conscripto es un ciudadano que interrumpe sus estudios, sus trabajos, para cumplir con su servicio militar obligatorio. El no eligió la guerra‘. (“Los chicos de la Guerra” de Daniel Kon)





Tengo pendiente la lectura, entre tantas que ya ni renové la lista en el blog porque juro que me apabulla, el libro de Fogwill, “Los Pichiciegos”, que comenzaré a leer hoy, novela ambientada en la guerra de Malvinas y escrita en 1983 y que estaré reseñando en estos días. ¿Por qué comenzar hoy? El 2 de abril en mi país se conmemoran a los veteranos y caídos en la guerra de Malvinas en 1982, cuando Argentina estaba transitando una dictadura militar. Como manera de “unir” al pueblo argentino para mirar para otro lado y dejar de girar el rostro hacia los desaparecidos, intentaron crear un “enemigo” en común y dio resultado. Salieron y salimos a las calles a gritar “las Malvinas son argentinas”. Luego de años de imposición de silencio, de la imposibilidad de gritar en la calle, de juntarse abiertamente, se nos abrió la puerta. El Mundial del 78 fue otro claro ejemplo. ¿Hubieran muerto tantos en Malvinas sin la dictadura militar? La pregunta queda para la historia conjetural.
No es mi intención una entrada chauvinista y patriotera, no quiero resaltar valores patrióticos que no me los creo. Pienso que la guerra es una actividad que demuestra la incapacidad de resolver los conflictos de otra manera que no sea arrasando con bombas y dejando la tierra destruida y bañada de sangre. En la guerra mueren no solos personas sino todos los seres y las cosas que se cruza en el camino. Se destruye en unos pocos minutos lo que a la vida le llevó miles y miles de años construir.



         Siempre que pienso en Malvinas, pienso en los jóvenes que fueron enviados por los militares de nuestra dictadura a luchar. Era morir en el frente o que te desaparezcan las Fuerzas Armadas. Así fueron muchos jóvenes de 18 años a luchar por unas islas que nunca habían pisado, lejos de sus familias y de su hogar. Muchos quedaron ahí. Muchos aún hoy vivos quedaron ahí, y lo peor, muchos siguen adelante al margen de una sociedad y con todo el horror de la guerra encima. La mayoría eran conscriptos entre 18 y 19 años. En ese entonces todo varón de 18 tenía la obligación de asistir al Servicio Militar. No tenían elección. 


         Yo tenía unos doce años. Recuerdo que mi padre guardaba los periódicos y quería ir a la guerra, ofrecerse como voluntario. Nos contaba que él hizo el servicio militar y que le habían enseñado a manejar armas. También recuerdo la locura de la gente destruyendo todo lo que decía “inglés” como un monumento o una farmacia. Y el miedo: ¿Qué pasará si nos invanden acá? Ya los sacamos a los ingleses con aceite hirviendo, que vengan que le vamos a dar. Y otros dichos por el estilo.
         También recuerdo los chocolates que comprábamos para enviar a los chicos de Malvinas, como los llamábamos. No teníamos dinero. Éramos pobres pero nosotros, niños, enviábamos nuestras golosinas para que ellos soporten el frío en las islas. Y le poníamos notitas de aliento y dibujos debajo de la cubierta del chocolate para que “nuestros chicos” se comieran el chocolate mientras leían palabras de aliento enviadas desde kilómetros de distancia. Buscando información encontré la historia de un soldado que guardó muchas de estas cartas que le enviaron los niños y que, luego de años, comenzó la búsqueda de sus autores. Un niño de doce años le escribió: “Espero que estés bien y que no tengas miedo…”.  (Leer nota completa




Sobre el resto de las colectas para ayudar a los combatientes luego supimos que los donativos fueron a las cuentas de las Fuerzas Armadas y los hicieron lingotes de oro. Como toda guerra no solo deja muertos sino enriquecidos y este último objetivo también es bélico (Leer nota completa).


Yo nací en 1969 y a los tres años comencé a hablar de guerra. Le preguntaba a mi padre por “la bomba”. Hablaba de la guerra mundial y del horror sin haberlo visto ni en la tele. Tenía miedo de una bomba. ¿Es cierto papá que hay una bomba que destruye todo y no queda nada?  Sí, me decía mi papá y hasta me regaló un libro de historia donde observé, en fotos, a los muertos. Cuando veía un avión tenía pánico de que vomite una bomba. Sentía una nostalgia anticipada por todo lo muerto en potencia. No entendía la guerra. Aún no la entiendo. Tampoco entiendo los dichos de Obama al recibir el premio Nóbel de La Paz, hablando de la guerra como acto de pacificación sin caerle en su conciencia ni uno de los niños muertos que dejó su acto “pacifista”.  Dejo algunas frases extraídas del discurso mencionado, discurso que refleja y resume la situación y el pensamiento actual del mundo occidental:

-Pero quizá el asunto más controversial en torno a mi aceptación de este premio es el hecho de que soy Comandante en Jefe de un ejército de un país en medio de dos guerras.
-De todos modos, estamos en guerra, y soy responsable por desplegar a miles de jóvenes a pelear en un país distante. Algunos matarán. A otros los matarán. Por lo tanto, vengo aquí con un agudo sentido del costo del conflicto armado, lleno de difíciles interrogantes sobre la relación entre la guerra y la paz, y nuestro esfuerzo por reemplazar una por la otra.
-Bueno, estas interrogantes no son nuevas. La guerra, de una forma u otra, surgió con el primer hombre. En los albores de la historia, no se cuestionaba su moralidad; simplemente era un hecho, como la sequía o la enfermedad, la manera en que las tribus y luego las civilizaciones buscaban el poder y resolvían sus discrepancias.
-La capacidad de los seres humanos de idear nuevas maneras de matarse unos a los otros resultó ser inagotable.
- El comercio tejió lazos entre gran parte del mundo. Miles de millones han salido de la pobreza. Los ideales de libertad, autonomía, igualdad y el imperio de la ley han avanzado a tropezones. Somos los herederos de la fortaleza y previsión de generaciones pasadas, y es un legado por el cual mi propio país legítimamente siente orgullo.
- Sí, se han librado guerras terribles y se han cometido atrocidades.
- No traigo hoy una solución definitiva a los problemas de la guerra.
-Habrá ocasiones en las que las naciones, actuando individual o conjuntamente, concluirán que el uso de la fuerza no sólo es necesario sino también justificado moralmente.
-Decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamado al cinismo; es reconocer la historia, las imperfecciones del hombre y los límites de la razón.
-Entonces, sí, los instrumentos de la guerra tienen un papel en mantener la paz.
- No hay duda de que el desarrollo rara vez echa raíces sin seguridad.
 


Decir que la guerra surge con el primer hombre es nefasto y coloca a la guerra actual en nuestra “naturaleza” humana. Hay grupos humanos que han vivido sin cargar un muerto de la guerra. Intentar justificar un acto actual remontándonos al surgimiento de nuestra humanidad, colocándolo en la historia “universal” constituye una estrategia de justificación ya hábilmente utilizada por varios dictadores. ¿Cómo sabe que no se cuestionaba la moralidad de la guerra? ¿Qué Estados Unidos también construyó la máquina del tiempo y viajó a la comunidad de los primeros Homo sapiens?  Ni siquiera lo que dice tiene fundamento en el sentido común. También es alarmante que al recibir un premio por la paz solo hable de la guerra. Si recibe un premio por la paz debiera compartir a la humanidad su aporte de cómo resolvió los conflictos y que nos ilumine, no que nos hunda en el horror de la muerte y la destrucción. Y si no tiene aportes, que no acepte el premio.


Las Malvinas puede ser leído como un símbolo del imperialismo y el colonialismo ya que conquistar territorios es beneficioso para las potencias que buscan recursos y accesos a nuevas vías de ellos, como la ruta que lleva de Malvinas a la Antártida. Los recursos son los peces, el petróleo, las personas y tanto más. ¿Qué sucederá si se derrama petróleo en la zona? ¿Quién y qué sufrirá el impacto de las negligencias petroleras como tantas veces nos han demostrado? ¿Qué sucederá, luego de la rapiña, con las personas que viven en la isla y sus recursos son llevados hacia el otro lado del planeta?


La guerra también nos deja conmovidos con las historias que aparecen de aquellos que buscan a sus seres queridos, aquellos que murieron poniendo el cuerpo por salvar a otro, aquellos que aún de tanto horror pueden seguir como el caso del hijo de un piloto muerto en Malvinas que encontró al militar inglés que mató a su padre. Cuando murió su padre, él tenía diez meses de edad. El periodista que lo entrevistó le preguntó si no encontraron el cuerpo de su padre y el hijo responde: Nunca. Quedaron en el agua. Yo voy al monumento en El Palomar y sé que no hay nada. Cuando fui al cementerio en Malvinas busqué su placa, vi el nombre, y sabía que no había nada. Mi contacto es con el agua. Siento que ellos están ahí en continua vigilancia de las islas. (Leer la  nota completa)

No aprendimos nada. Miles de años sobre el planeta como especie “sapiens”, sapiente, sabia, única en manejo de símbolos, y no aprendimos nada. Seguimos enterrando a nuestros seres queridos luego de las bombas y de las armas. Millones de muertos. Genocidios. Vidas partidas por la mitad.

         

Cierro esta entrada con  la letra de la canción de León Gieco, Para la vida, banda de la película “Iluminados por el fuego”. Y también cierro el post con la esperanza de un futuro sin guerras.




Estoy aquí sentado, bajo del pequeño sol
el que nos vio águila y también gorrión.
¿Que hacer con el silencio cuando la cabeza estalla?
¿Cómo parar la impotencia de no poder hacer nada?
Porque querer matar a tus hijos
es para que duela años la sangre.
Ayer por no querer a la patria,
y ahora por quererla demasiado.
Leyes viejas, más genocidas
mal presagio para la vida.
Con la luz llena de sombras,
y con el sol en sufrimiento
vuelvo a mi casa de rodillas,
y aquí mis amigos muertos.
En un país enfermo, todas las cartas sobre la mesa,
jugando juegos perversos, entre fútbol y guerra.
Sangre de gloria, odio contra amor
dioses y bestias, locura y dolor.
Abriré las puertas de este vacío
porque el destino me lanzo hacia arriba.
Leyes viejas, más genocidas
mal presagio para la vida.
Insistiré con un mar de rosas,
y construiré sobre cenizas.
Tendré un sueño nuevo en mis manos
y lucharé para que sea justicia.
Las mejillas de mis hijos en mis labios,
y encontraré en sus ojos un nuevo descanso.
Leyes viejas, más genocidas
mal presagio para la vida.


Gabriela Lago – Owiwi Owo
 



2 comentarios:

  1. Fabulosa tu nota... la publique hoy en mi facebook, ameritaba! Y me encanto tu poema.

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  2. Gracias , la nota logro cautivarme por completo , devela la verdad , la realidad misma detrás de una hipocresía que tiñe estos días. Inmensamente gracias!
    Exelente reflexión y nota me encanto!

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Bobblehead Bunny