jueves, 5 de diciembre de 2013

La Náusea. Jean Paul Sartre




FRASES SUBRAYADAS

Una buena noche, una sola, barrerá con todas estas historias.

También ellos necesitan ser muchos para existir.

Le teníamos un miedo horrible porque sabíamos que estaba solo.

¿Qué puede temerse de un mundo tan regular?

Los objetos no deberían tocar, puesto que no viven. Uno los usa, los pone en su sitio, vive entre ellos; son útiles, nada más. Y a mí me tocan; es insoportable. Tengo miedo de entrar en contacto con ellos como si fueran animales vivos.

Me bastarían quince minutos, estoy seguro, para llegar al supremo hastío de mí mismo.

Tal vez sea imposible comprender el propio rostro. ¿O acaso es porque soy un hombre solo? Los que viven en sociedad han aprendido a mirarse en los espejos, tal como los ven sus amigos. Yo no tengo amigos; ¿por eso es mi carne tan desnuda? Sí, es como la naturaleza sin los hombres.

Al ver mi sombra que se funde a mis pies en las tinieblas, tengo la impresión de hundirme en un agua helada.

Tengo frío, me duelen las orejas; han de estar rojas. Pero yo no me siento; me ha ganado la pureza de lo que me rodea; nada vive; el viento silba, líneas rígidas huyen en la noche.

Veo el porvenir. Está allí en la calle, apenas más pálido que el presente. ¿Qué necesidad tiene de realizarse?

Pasa un tranvía: relámpago rojo en el cielo raso.

Esto es lo que engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si la contara.
            Pero hay que escoger: o vivir o contar.

Hay que escribirlo todo al correr de la pluma, sin buscar las palabras.

Luz suave; las gentes están en sus casas, también habrán encendido la luz. Leen, miran el cielo por la ventana. Para ellos… es otra cosa. Han envejecido de otra manera. Viven en medio de legados, de regalos, y cada uno de sus muebles es un recuerdo. Relojitos, medallas, retratos, caracoles, pisapapeles, biombos, chales. Tienen armarios llenos de botellas, telas, trajes viejos, periódicos; lo han guardado todo. El pasado es un lujo de propietario.
            ¿Dónde había de conservar yo lo mío? Nadie se me te el pasado en el bolsillo, hay que tener una casa para acomodarlo. Mi cuerpo es lo único que poseo; un hombre solo, con su cuerpo, no puede detener los recuerdos; le pasan a través. No debería quejarme: sólo quise ser libre.

La Experiencia es mucha más que una defensa contra la muerte; es un derecho: el derecho de los ancianos.

Presente, nada más que presente. Muebles ligeros y sólidos, incrustados en su presente, una mesa, una cama, un ropero con un espejo, y yo mismo. Se revelaba la verdadera naturaleza del presente: era todo lo que existe, y todo lo que no fuese presente no existía. (…) Las cosas son en su totalidad lo que parecen, y detrás de ellas… no hay nada.

Si por lo menso pudiera dejar de pensar, ya sería mejor. Los pensamientos son lo más insulso que hay.

Yo alimento esta especie de rumia dolorosa: existo.

No quiero pensar. No tengo que pensar que no quiero pensar. Porque es un pensamiento. ¿Entonces no se acabará nunca?

Existo porque pienso… y no puedo dejar de pensar.

La existencia es una caída acabada, no caerá, caerá, (…) La existencia es una imperfección.

La misantropía también tiene su lugar en este concierto: es una disonancia necesaria para la armonía total.

Las cosas se han desembarazado de sus nombres. Están ahí, grotescas, obstinadas, gigantes, y parece imbécil llamarlas banquetas o decir cosas de ellas: estoy en medio de las Cosas, las nominables. Sólo, sin palabras, sin defensa, las Cosas me rodean, debajo de mí, detrás de mí, sobre mí. No exigen nada, no se imponen; están ahí.

El mundo de las explicaciones y razones no es el de la existencia.

Los movimientos nunca existen del todo, son pasos intermediarios entre dos existencias, tiempos débiles.

La existencia no tiene memoria, no conserva nada de los desaparecidos ni siquiera un recuerdo.

Había imbéciles que venían a hablar de voluntad de poder y lucha por la vida. ¿No habían mirado nunca un animal o un árbol?

Los árboles flotaban. ¿Ímpetu hacia el cielo? Más bien un derrumbe. (…) Cansados y viejos, continuaban existiendo de mala gana, simplemente porque eran demasiado débiles para morir, porque la muerte sólo podía venirles del exterior: sólo las melodías musicales llevan en sí su propia muerte como una necesidad interna; pero las melodías no existen.

La existencia es un lleno que un hombre no puede abandonar.

Me sobrevivo.

Vivo en el pasado. Vuelvo a tomar todo lo que me ha sucedido y lo arreglo.

Las ciudades me dan miedo. Pero no hay que salir de ellas. Si uno se aventura demasiado lejos, encuentra el círculo de la Vegetación. La Vegetación se ha arrastrado kilómetros enteros en dirección a las ciudades. Aguarda. Cuando la ciudad esté muerta, la Vegetación la invadirá, trepará por las piedras, las estrechará, las hará estallar con sus largas pinzas negras; cegará sus agujeros y dejará colgar por todas partes sus patas verdes.

Las ciudades disponen de una sola jornada que se repite, muy parecida, todas las mañanas.

Esto es lo que hay: paredes y entre las paredes, una pequeña transparencia viviente e impersonal.

Podría constituir un apólogo: era una vez un pobre tipo que se había equivocado de mundo.

Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir.

Nada. He existido.


(Nota: los resaltados en negrita me pertenecen)


SOBRE LA OBRA

Desde la óptica del protagonista, Antoine Ronquetin, y a través de sus diarios, uno se sumerge en todo aquello que lo rodea para hablar del transcurrir, de la existencia, la soledad, el pasado, los recuerdos y la Náusea, esa  Naúsea que lo posee, en la Náusea que él habita: “la Náusea no me ha abandonado, me posee”, “La Náusea no está en mí (…) soy yo quien está con ella”, “Estoy en la Náusea”. Su escritura es la única manera posible para  detener la Naúsea. Su diario es la lucha de un hombre contra la imposibilidad de no existir, contra la soledad y el asco de su existencia cotidiana y rutinaria, de quien está de más, de quien no encaja, de quien se siente asfixiado por las cosas y la gente, pero a su vez desea sobrepasar su soledad pero tiene miedo.
            Antoine Ronquetin se ha radicado en Bouville para escribir un libro sobre los últimos acontecimientos de un personaje enigmático, el Marqués de Rollebon, muerto ya hacía muchos años atrás.  Junto a lo cotidiano, se narra el discurrir de Antoine en cada escenario, los otros con quienes se cruza, los objetos de la ciudad que transita, todo se impregna con sus sentimientos, con su forma aguda de enfrentarse a la existencia. Cada detalle guarda la potencialidad de despertarle “la Náusea”, ese sentimiento de asco hacia la vida cotidiana, hacia el existir que es apenas un discurrir monótono sin razón ulterior.
            El libro fue publicado en 1938. Los acontecimientos que narran se contextualizan en 1932. Toda la obra puede leerse como una crítica hacia la vida moderna, la ciudad, las formas de alienación y el automatismo, así como la espera de un acontecimiento extraordinario, la desesperación y la trascendencia. La Náusea es una novela fundamental para comprender la filosofía de Sastre. Al terminar de leer esta novela sentí los deseos de volver sobre algunas de sus obras que leí hace mucho como “Las palabras” y “A puerta Cerrada”. De alguna manera siempre hay un hilo conductor entre sus escritos que uno puede seguir  a manera de rastro que se amplia. 


SU AUTOR



Jean-Paul Sartre es un filósofo, escritor y periodista francés. Nació en París en 1905 y murió en la misma ciudad en 1980. Es conocido también por ser uno de los principales representantes del existencialismo, movimiento filosófico que enfatiza la existencia individual, la libertad, la subjetividad y la responsabilidad de los actos individuales.
            Junto a Simone de Beauvoir, fundó la revista Les Temps Modernes, centrada en temas de literatura y política, llegando a ser editor jefe.
            En el año 1964, ganó el Premio Nobel de Literatura, rechazándolo para no ver comprometida su integridad como escritor.
            Algunas de sus obras fundamentales: La edad de la razón (1945), El aplazamiento (1945),  La muerte en el alma (1949) San Genet, comediante y mártir (1952),  A puerta cerrada (1944), La puta respetuosa (1946) y su autobiografía, Las palabras (1964), entre otras.





DIJO SARTRE

(Extractos de entrevistas)

-“La idea de fracaso no tiene un fundamento profundo en mí, en este momento; por el contrario, la esperanza, en cuanto relación del hombre con su fin, relación que existe incluso si éste no se alcanza, es lo que está más presente en mis pensamientos”. (En: Elpaís)

-“ Mi trabajo no ha estado presidido por la voluntad de ser inmortal”. (En: Elpaís)

A continuación dejo unos fragmentos extraídos de una entrevista, que para mí me resultó  importante para entender la obra del autor, realizada en el año 1967 por Radio Canadá y que por suerte está completa en la red (Ir al a entrevista). En dicha entrevista habla sobre el rol de los intelectuales, sobre su posicionamiento acerca de conflictos de la época y sobre su escritura, entre otros.

-“Un intelectual aparece a partir del momento en que el ejercicio de este oficio hace surgir una contradicción entre las leyes de ese trabajo y las leyes de la estructura capitalista (…) El humanismo burgués que se pretende universal es en realidad un humanismo de clase;  en ese momento se encuentra esa contradicción, el científico la encuentra en sí mismo.  A pesar de los conceptos burgueses que él mismo tiene por haber sido instruido y educado por los burgueses, al mismo tiempo él siente que su propio  trabajo lo conduce a esa idea de universalidad que es contraria a la de los burgueses, y en consecuencia, a la naturaleza de su propia constitución. Es entonces cuando se convierte en un intelectual. En otras palabras, un científico nuclear no es un intelectual (…).

            El intelectual tiene un doble aspecto. Es la vez un hombre que hace determinado trabajo y no puede dejar de hacer ese trabajo. Tiene que hacer su trabajo porque no es en el aire donde él descubre sus contradicciones. Es en el ejercicio de su profesión, y al mismo tiempo denuncia estas contradicciones a la vez en su propia interioridad y en el exterior porque se da cuenta de que la sociedad que lo ha construido, lo ha construido como un monstruo. Es decir, como alguien que custodia intereses que no son los suyos. (…) La denuncia porque la sufre, no porque la descubra fuera de sí. Porque la sufre a su manera como otros explotados sufren (…) Es el descubrimiento de la alienación en sí mismo y fuera de sí mismo”.

Un intelectual está hecho para meterse siempre en lo que no le importa”.

-“Las únicas razones que pueden darse para la presencia agresiva de los norteamericanos en Vietnam tienen que ver con el imperialismo. Razones no tanto económicas, como políticas y estratégicas. Es precisamente por eso que considero que si se abandona la lucha por la independencia de Vietnam (…), si se deja hacer, estaremos admitiendo que la sociedad capitalista con su caos y sus contradicciones y también con sus posibilidades de tapar sus grietas, continuará. Es admitir que la resistencia pacífica estará a favor de los imperialistas. Será admitir que los norteamericanos, en el mundo actual, pueden hacer lo que quieran. Es aceptar la hegemonía norteamericana. Un triunfo de los norteamericanos en Vietnam sería a la vez una especie de triunfo anticipado en América Latina. Podrá contribuir a desalentar a mucha gente, haciendo reinar en el mundo la “pax americana”.

Todos los ciudadanos deben ser capaces de juzgar, desde un punto de vista jurídico y legal, la política de un gobierno que les concierne, no sólo del suyo propio, sino de cualquier gobierno”.

La fuerza no da la legalidad”.

¿Será que yo huyo hacia el pasado por las cosas demasiado fuertes del presente? Es posible, de a ratos. Porque la condición del intelectual es muy difícil de soportar. (…) Pero debo decir que también constituye un intelectual y sus contradicciones el no querer ser un intelectual porque no es agradable serlo”.

No hay que perder el tiempo contestando los ataques. Hay que trabajar. No quiero defender mis intereses ideológicos lanzándome a apresuradas discusiones como hacen los autores de la Nueva Novela, atacándose entre ellos en lugar de escribir. Han dejado de escribir novelas que es lo que deberían hacer”.

La actividad de escribir está ligada a la condición humana. Es el uso del lenguaje para fijar la vida”.

“Hay un envejecimiento social que no tiene nada que ver con el envejecimiento psicológico o fisiológico. Es el hecho de que ya no tengo más la edad de cambiar de carrera porque soy demasiado viejo para que un aprendizaje largo sea rentable. Por lo tanto, quedo cada vez más confinado a mi carrera. Bueno, es lo que me pasa a mí también. (…) Debo, igualmente, renunciar a ser otra cosa, que esta especie de compuesto híbrido entre lo que quise ser y lo que los demás hicieron de mí. Esa es mi realidad objetiva. Está alienada, es lo normal. Estamos todos alienados y hay que arreglárselas. Ahora me queda un pequeño margen de elección que puedo utilizar hasta que la masa práctico-inerte no me deje ninguna elección, y en ese momento será un adorno”.

“Escribí en ‘San Genet’ que hay gente a la cual ciertos vicios o cierta constitución sexual, horrorizan. Por ejemplo, conocí muchos hombres que sentían horror por la homosexualidad porque consideraban que un homosexual no es un hombre. Y eso no les concierne. Y en consecuencia niegan toda solidaridad. Consideran, y en mi opinión tiene razón, que los astronautas llevan a cabo por ellos una de las virtualidades, una de sus posibilidades, que si ellos hubieran sido educados de otro modo, si hubieran tenido otra infancia u otra juventud, hubieran podido ellos mismos hacer esas hazañas. Así que el hombre que se destaca vale por todos, representa una virtualidad que hay en todos. Es muy justo, pero ¿por qué tomar a aquel que va a lo más alto, al que realiza una hazaña? El crimen, la tortura, el racismo son cosas que no debemos considerar fuera de nosotros sino como realizaciones de nuestra virtualidad. No hay que decir que el hombre es bueno o malo sino que según las circunstancias el hombre es bueno o malo. Así, cuando consideramos el racismo no debemos considerar el anti-racismo sólo como un estado de lucha exterior. Hay que considerarlo como un estado de lucha con uno mismo”.



Por: Gabriela Marta Lago

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