domingo, 29 de diciembre de 2013

La cúpula - Stephen King




                                            Título: La Cúpula
                                            Autor: Stephen King
                                            Año: 2011
                                            Editorial: Debolsillo
                                            Páginas: 1136





La cúpula fue una lectura intensa de varios días, sin casi poder levantar la vista de la página. La duda hasta el último minuto: ¿La cúpula es una protección para el afuera, para el adentro, un sueño compartido por todo un pueblo, un ensayo militar? Uno construye hipótesis y la derriba a las pocas páginas siguientes.
         Las primeras cien páginas son arduas. No me gustan las novelas donde de entrada se presentan personajes y personajes y uno apenas si puede retener los nombres, mucho menos el rol que cumplen en un pueblo. Hay que seguir y luego todos esos habitantes tendrán un rostro y serán como conocidos del pasado. Rusty ha sido mi personaje favorito, el médico auxiliar del pueblo. Los personajes están descriptos con realismo. El autor no escatima ni en lo escatológico. Los muertos se cagan y se mean; a los vivos se le cae baba, vomitan con estrépito, convulsionan sus cuerpos grotescos, todo eso nos sumerge en un pueblo funesto, decrépito. 





         A diferencia de la serie, adaptación de esta novela, en la obra de King el foco está puesto en las relaciones interpersonales, las tramas de poder, las vicisitudes cotidianas en un pueblo pequeño donde todos se conocen. Una amiga mía decía, “pueblo chico, infierno grande”. Así es Chester’s Mill es  un gran infierno de seres humanos conviviendo sin un afuera. El aislamiento me recordó la obra de Sartre, “A puerta cerrada”, donde el infierno son los otros, las relaciones humanas construidas en la carestía, tocando en el egoísmo de la supervivencia personal.
         El suspenso transita toda la novela de más de mil páginas sin decaer ni un instante. Los detalles minuciosos otorgan realismo y nos permiten recrear un pueblo entero. Por momentos, el relato al estilo de crónica que irrumpe, nos coloca del otro la de la cúpula, como espectadores, con la desesperación de quienes están afuera, impotentes, inservibles. Rescato al coronel James Cox, seguidor constante de todos los acontecimientos desde el afuera.
         Stephen King nos relata de todo lo que somos capaces de hacer los seres humanos en jauría, contra los débiles, por supervivencia, por odio, por poder. Puede leerse como un buceo hacia el alma humana. 




¿Qué te pareció el final? Si ya leíste el libro, podés seguir en  Momento spoiler.






La muerte de un ser querido puede ser muchas cosas, pero sin duda da mucho trabajo.

Hay que prepararse para lo peor y esperar que ocurra lo mejor.

Algunos hombres hacen grandes cosas, y otros se ven aplastados por ellas.

Un líder cobarde es el más peligroso de los hombres.

Cuando el poder del amor sea más fuerte que el amor por el poder, el mundo hallará la paz. (Jimi Hendrix)


La gente atemorizada necesita líderes fuertes.

Es la regla Sherlock: cuando eliminas lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, es la respuesta.


Al final, solo había dos reglas para convivir con el miedo (creía que vencer el miedo era un mito), y las repetía para sus adentros mientras esperaba. Debo aceptar las cosas sobre las que no tengo ningún control. Debo convertir las adversidades en ventajas.



La negación da paso a la aceptación; la aceptación genera dependencia. Todo aquel que ha atendido a un paciente terminal lo sabe.

Sermonear no es educar


El sol se abría camino a través de los agujeros del techo y dejaba caer monedas de luz sobre los gastados tablones de madera del suelo



Esto es lo que uno siente al volver a casa


«Desea que haga sol, pero construye diques»


Conocía las respuestas a casi todas las preguntas que él mismo formulaba. Así la vida era más sencilla.

Además, recordó, la estupidez de los compañeros de trabajo le hace a uno la vida más fácil.

Yo soy militar de carrera. Para nosotros, el libre albedrío no es una opción.


He sembrado vientos y recojo tempestades







-Yo nunca me pongo a pensar en qué historia debo escribir, o cuál debe ser el escenario, o cómo han de ser los personajes de esa historia. Únicamente surgen en mi cabeza, con nombres incluidos, y yo sólo los paso al papel.
-Una persona cuya identidad no voy a revelar me dijo: «No escuches nunca a los críticos.» Creo que hay que escucharles porque a veces te muestran algo que para ti está muy claro pero que para los lectores no lo está. Creo que no escuchar a los críticos, o a los lectores, es como meter la cabeza bajo el suelo, como hacen los avestruces, para no escuchar cosas desagradables. Pero si sacas la cabeza de la arena podrás escuchar cosas interesantes y que te pueden servir para acabar con algún defecto que tengas al escribir.
-Cuando más escribes, más articulado te pones. Y la mayor cantidad de miedos y temores que puedes expresar, menos te asustan, porque ya los has expulsado. Es como esa cosa psicoanalítica: si le puedes contar a alguien tus temores, muchas veces esos miedos, quizás no se vayan, pero sí se achican un poco. De cualquier manera, sigo temiendo a lo mismo... quiero decir, hay cosa nuevas, a medida que uno envejece, que toman el lugar de las cosas viejas. Todavía hay muerte... y muchas enfermedades, y la guerra con Irak. Ese tipo de cosas.

-No estoy brindando en mis libros el mismo nivel de escape a la realidad que ofrecían La hora del vampiro, El resplandor o incluso Apocalipsis.

-Escribo cuentos entre novelas. Siempre tengo un par de ideas para historias futuras cuando estoy trabajando en algo. Pero no se puede pensar en lo que se escribirá en el siguiente libro.

-Poder escribir es fantástico. Cuando va bien es genial; pero cuando no, cuando sólo está ok, es una muy buena manera de pasar el tiempo.



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